El silencio es el grito más fuerte (Shopenhauer)

Llevo un tiempo acostumbrando mis oídos al vacío. La sospecha y el lamento se comportaban como un ave de rapiña, anidando entre mis recuerdos, escondidos tras las agujas del reloj y rondándome como a la presa moribunda. A la mínima revoloteaban en círculo, planeando sobre mis debilidades, tanteando, apareciendo como el eco que son de un ruido original del que no queda ni la voz ni el mensaje inéditos. Quedaba el eco, no aquel ruido, aquel crujido que me hizo doblar las rodillas.
Llevo un tiempo con la mosca detrás de la oreja.
¿Qué habrá ocurrido para no sentir ya ese estrépito sordo?
Supongo que algo o alguien, que ha permanecido siempre a mi lado desde entonces, ha hecho desistir a estos bichos de cobrarse una presa sencilla.
El silencio ha vuelto a mi cabeza. Es un silencio sosegado y a la vez es un grito lleno de rabia que nace de dentro de mí, para decirle al mundo: ¡Eh! ¡Sigo aquí y estoy entero!
A partir de ahora, buitres y alimañas, estad atentos, no me váis a arrebatar una pizca de recuerdo, de aliento, ni, mucho menos, tiempo por venir.

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